Después de la marcha del 15N, aparecieron de la nada nuevas cuentas en Twitter, todas autoproclamadas “Generación Z”, promoviendo una segunda marcha. Pero la fecha no es cualquier fecha: 20 de noviembre, justo cuando se celebra el desfile militar por el aniversario de la Revolución Mexicana. ¿Casualidad? ¿O provocación?
Lo verdaderamente grave no es la fecha. Lo grave es quién impulsa esta segunda marcha. Son exactamente los mismos personajes, las mismas voces y los mismos voceros ligados a una sola televisora: TV Azteca. Y detrás de todos ellos, una sola figura.
Mientras él convoca a jóvenes a “tomar las calles”, él mismo no sale a marchar. Él no se expone. Él no protesta. Lo hace desde la comodidad de sus yates, sus jets privados y sus millones. Usa a jóvenes —muchos con causas legítimas— como carne de cañón. Los coloca en la primera línea mientras él observa.
Y aquí está la contradicción central: los jóvenes están defendiendo a un personaje que jamás los ha defendido a ellos. Un magnate que los llamó “ninis”. Un magnate que desprecia los programas sociales que han cambiado la vida de millones de jóvenes: Becas Benito Juárez, Jóvenes Construyendo el Futuro, Jóvenes Escribiendo el Futuro. Un usurero que siempre ha estado en contra de cualquier política que garantice oportunidades reales.
Ahora pretende encabezar una “rebelión”. Pero lo hace no porque tenga ideas, no porque tenga proyecto, sino porque en el terreno de las ideas ya perdieron. No ganan el debate porque no conocen al pueblo. No ganan en propuestas porque no tienen ninguna. Por eso recurren a la violencia física, a la desinformación, a las imágenes incendiarias generadas con inteligencia artificial, al odio como motor.
Cuando no puedes convencer con ideas, buscas incendiar. Cuando no puedes conectar con la gente, intentas manipularla. Y cuando no puedes ganar la razón, intentas ganar por caos.
Eso es exactamente lo que estamos viendo.
Por eso es tan peligroso caminar hombro con hombro con quienes siempre han despreciado a la juventud, con quienes históricamente han usado a los jóvenes como accesorio político, como simple herramienta de presión. No se puede confiar en alguien que nunca ha defendido al pueblo, pero que ahora quiere protagonismo a costa de él.
Si queremos ser una verdadera Generación Z, si queremos movimientos auténticos, si queremos causas que realmente nos pertenezcan, lo primero es abrir los ojos y dejar de permitir que un empresario al que le regalaron todo y que siempre ha oprimido a los jóvenes se disfrace de aliado.
La verdadera rebeldía no es marchar donde te dicen, sino no dejar que te usen. No dejar que nos conviertan en peones. No permitir que quienes nunca han defendido al país pretendan ahora manipularnos en nombre de una “revolución” que no es de ellos ni de nosotros, sino de su ambición.
Ser una auténtica Generación Z hoy significa tener claridad: No se lucha al lado del opresor. No se lucha al lado del que desprecia al pueblo. Y mucho menos al lado de quien solo recurre a la violencia porque en ideas ya está completamente derrotado.











