El anuncio de “Grandeza” marca más que un retorno físico: representa la reafirmación simbólica de un proyecto político y cultural que no descansa. En un video difundido desde su finca en Palenque, Chiapas —lugar de retiro, — AMLO reapareció para presentar su obra, un libro que reivindica las civilizaciones originarias de México (como las culturas olmeca y maya), promoviendo la riqueza histórica, cultural y espiritual de nuestro país.
“Grandeza” no es un gesto nostálgico, sino una declaración de continuidad: de que su narrativa sigue viva. Y en medio de cuestionamientos internacionales —como el reciente acercamiento diplomático de España—, su publicación llega como un recordatorio: la memoria nacional debe construirse desde nuestros orígenes, no desde relatos importados.
AMLO declaró que no recorrerá el país para presentarlo, para no “opacar” a la actual dirigente. Pero no por ello su voz deja de sentirse. Al contrario: recurre al canal que domina mejor —la comunicación directa con “su pueblo”.

Contrario al discurso habitual de desgaste, los números muestran que su popularidad sigue robusta. Una encuesta reciente refleja una aprobación del 66.72 % en marzo de 2025.
Otros estudios del cierre de su mandato estimaron cifras cercanas al 68 %. En junio de 2024, justo al término de su sexenio, rondaba el 66 %, su nivel más alto desde 2021.
Estos datos desmienten la narrativa de una “aprueba mermada” tras seis años en el poder: incluso en su retiro, AMLO conserva una base de respaldo significativo.
Parte esencial del “regreso” de AMLO es digital. Incluso tras dejar la presidencia, sus redes continúan vigorosas. Sus cuentas oficiales suman —o sumaban— millones de seguidores: en X (antes Twitter) supera los 11 millones.

Este peso simbólico y real en las plataformas no es trivial. Para AMLO, las redes sociales no fueron accesorias: fueron y son su forma de comunicarse “directo con el pueblo”, sin filtros mediáticos, sin intermediarios. Ese canal propio le permitió narrar su versión, crear emotional-appeal, moldear opinión pública.
La publicación de “Grandeza” junto con un video desde su casa —y la convocatoria a leerlo— es, en ese sentido, un acto de brillo estratégico: un uso consciente de su capital simbólico y mediático para mantener viva su voz.
Hoy, ante el regreso de AMLO —aunque en forma discreta, reflexiva, lejos del estruendo, pero no del pulso—, la oposición parece desdibujada. No hay un líder que articule un proyecto nacional: menos una narrativa propia con el poder simbólico de reivindicar identidad, historia, dignidad.

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