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CUANDO MÉXICO ERA “CHINGÓN”

CUANDO MÉXICO ERA “CHINGÓN”

POR: @CarlosVZenteno

De vez en cuando, desde algún escenario, micrófono o alfombra roja, aparece alguien que con un dejo de nostalgia impostada afirma que “México era chingón antes”. La más reciente entrega de esta memoria selectiva vino de parte de Molotov, banda que alguna vez le cantó a la rabia social, pero que hoy parece más cómoda repitiendo los lugares comunes del viejo régimen. Dicen —sin sustento, sin contexto y sin la más mínima autocrítica— que con la 4T el país está “perdido”. Que antes sí vivíamos en algo digno. Que éramos una nación chingona.

¿De qué antes están hablando? ¿En qué México vivían? ¿En qué país es que estaban chingones —y quiénes?

Porque si vamos a hablar de memoria, hablemos bien.

¿Era chingón el México de Tlatelolco, donde el Estado masacró estudiantes y luego ordenó olvidarlo en los libros, los noticiarios y las plazas? ¿O el México de Acteal, donde mujeres y niños indígenas fueron asesinados, mientras el gobierno miraba hacia otro lado? ¿Ese era el orgullo del que ahora se sienten herederos?

Quizá se refieran al México del Fobaproa, donde la riqueza de unos cuantos se blindó con el dinero de todos. Un robo colosal convertido en deuda eterna para la clase trabajadora. Ese México sí que fue “chingón” para quienes lo aprovecharon.

Tal vez hablan del México de Odebrecht, de los sobornos que aceitaban la maquinaria política del PRI y del PAN sin pudor alguno, o del México de la Estafa Maestra, donde universidades públicas fueron usadas para saquear el erario sin que nadie escuchara guitarras indignadas.

O quizá se refieran al México de Ayotzinapa, donde 43 jóvenes fueron desaparecidos y el Estado entero se dedicó a mentir, encubrir y fabricar culpables, mientras algunos artistas y medios guardaron silencio para no incomodar a sus patrocinios.

¿Ese era el México chingón? ¿Ese era el país que extrañan?

La nostalgia suele ser una mentira cómoda. Una postal con filtro sepia que borra la violencia, la corrupción y la desigualdad estructural. Una estrategia para evitar asumir que el país cambió porque ya no era sostenible seguir viviendo bajo la impunidad garantizada para las élites.

El México que hoy se construye no es perfecto —y nadie sensato lo afirma—, pero es un país donde por lo menos se discuten los abusos del poder, donde los intocables dejaron de serlo sin excepción de colores ni apellidos, donde la desigualdad es por fin tema central del debate político, donde se acabaron los silencios obligados y donde sectores históricamente invisibles exigen ser escuchados.

Eso es precisamente lo que les incomoda: Que el país ya no está organizado para servirle a los mismos de siempre.

La pregunta, entonces, no es si México “era chingón antes”. La pregunta es: ¿Chingón para quién?

Porque para la mayoría, lo que llaman pasado glorioso fue, en realidad, un sistema construido sobre violencia, corrupción, despojo y simulación. Lo que hoy algunos romantizan fue lo que destrozó el tejido social por décadas.

México no fue más chingón antes. Lo que hubo antes fue silencio. Silencio cómodo para unos pocos. Dolor mudo para millones.

Hoy, al menos, el país habla, discute, se cuestiona y se reconstruye desde abajo. Y esa incomodidad, esa transformación y esa exigencia de memoria, justicia y dignidad es, precisamente, lo que hace que México hoy, a pesar de sus retos, sea más digno, más consciente y más nuestro.

México no “era” chingón. México está aprendiendo, por fin, a serlo.

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